Las caras de la intervención del profesorado de Servicios a la Comunidad. La familia.

En esta nueva etapa de la sección Servicios a la Comunidad voy a dedicar el espacio que me brinda Revista Digital para visibilizar la realidad de las familias del alumnado que de forma mayoritaria es objeto de la intervención del profesional de Servicios a la Comunidad en los centros educativos de primaria y secundaria. No se trata, como en el curso anterior, de poner cara a los profesionales de la especialidad conociendo los distintos ámbitos de trabajo en los que tiene cabida su perfil. En esta ocasión vamos a mostrar el rostro de las familias a las que pertenece el alumnado de nuestros centros para entender un poco más el papel de uno de los principales elementos de la educación en la sociedad, y cómo se establecen las relaciones entre éstas, las familias, y los centros educativos.

El conocimiento de las dinámicas familiares no tiene como objetivo excusar las conductas inadecuadas del alumnado, ni siquiera encontrar una justificación a los resultados académicos. Se trata, símplemente, de ser conscientes de que existe una gran diversidad de realidades familiares que rodean al alumnado, que merecen ser respetadas y, en la medida de lo posible, y especialmente en los casos en los que esa realidad deriva en carencias o problemas concretos para nuestro alumnado, tenidas en cuenta convenientemente. Así mismo, el reconocimiento del papel que las familias juegan en la educación, y en el sistema educativo, nos obliga a establecer cauces de colaboración e intercambio que devuelvan, tanto a las familias como a los centros educativos, una imagen fiel de lo que unos esperan de los otros.

Partimos de que la vida durante la infancia y la adolescencia se desarrolla en diferentes contextos, entre los que toman especial relevancia la familia y el centro educativo. La familia tiene una importancia crucial para el desarrollo infantil. En la familia, no sólo se perfeccionan los instrumentos culturales o se incorporan nuevos conocimientos, sino que además se establecen pautas de conducta, se conforman actitudes y se transmiten valores vitales para el futuro de niños y niñas, y adolescentes. Dadas las características de la sociedad actual, el contexto educativo es la forma de apoyo social más importante que tienen las familias para ejercer su función educativa. A su vez el centro educativo, es el contexto en el que el alumnado adquiere conocimientos y competencias sociales y culturales, a la vez que pone en práctica, moldea y asienta las actitudes y valores que le van a conformar como persona y ciudadano o ciudadana. Lo que está claro entonces es que ambos, familia y centro educativo, comparten objetivos y tareas, así como necesidades y problemas, y sobre todo, comparten la responsabilidad de ser los principales contextos de desarrollo de los niños y niñas y adolescentes. Esta realidad exige el establecimiento de unas relaciones familia-centro educativo fluidas y comprometidas, que sirvan para concretar el objetivo común de educar a sus miembros.

Existen muchos motivos por los que en la actualidad se ven dificultadas las relaciones entre la familia y el centro educativo. Para comenzar, es evidente que no siempre las familias y los profesionales de la educación, comparten ideas y concepciones de la educación, y del papel que unas y otros deben ejercer en el proceso educativo. También es bien sabido que existen grandes diferencias en la forma de relacionarse las familias con el centro educativo dependiendo de las habilidades sociales y de comunicación que tienen los miembros de la familia. Y a su vez, es determinante el estilo de relación que cada centro desea establecer con las familias, plasmado en los distintos canales y momentos de intercambio que diseñan. Incluso en muchos casos se tiene una imagen distorsionada y estereotipada de las familias del alumnado por parte del centro educativo, que predispone esa relación.

Pero ante tales dificultades siempre es posible desarrollar programas y diseñar estrategias que busquen la implicación conjunta que garantice una mayor continuidad y confianza mutua entre el contexto educativo y el contexto familiar. Sabiendo que el gran beneficiado de todo ello será el alumnado.

Es primordial que las familias reconozcan el valor del trabajo realizado en los centros educativos, pero es realmente fundamental que los profesionales de la educación sean sensibles a la gran diversidad familiar existente para adecuar mejor su acción educativa al conjunto del alumnado y promover una comunicación con las familias basada en el compromiso y la confianza mutua.

Para lograr el objetivo de esta nueva temporada voy a describir en los próximos artículos una variedad de dinámicas familiares similares a las que nos podemos encontrar de forma cotidiana – y nada excepcional – en los centros educativos, así como la respuesta que desde el propio centro se puede dar en base a las necesidades del alumnado, y a la responsabilidad compartida con la familia, de la educación de sus miembros.

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